Los sistemas de enseñanza tienen como objetivo general y fundamental, prácticamente desde su creación, conservar y transmitir los conocimientos, la cultura y los valores de una generación a las siguientes, preparándola para poder integrarse en la sociedad, tal como esta la entiende en cada momento quienes deciden sobre cómo ha de ser la sociedad del futuro.
Éste planteamiento general conlleva serias contradicciones internas que hacen de los sistemas escolares subsistemas sociales que siempre van con retraso con relación a quienes tratan de servir.
Hay quienes han hablado del sistema escolar como sistema “reproductor” sin darse cuenta que, si bien efectivamente realiza esas funciones, estas las hace con una demora interna importante, lo que implica que esa reproducción no sirva para el logro de los objetivos que sus valedores se plantearon.
La enseñanza debe ser el sistema, el medio que la sociedad pone a disposición de los ciudadanos para que estos desarrollen sus capacidades de todo tipo y se preparen para la sociedad que quieren crear. Efectivamente habrá que partir del conocimiento científico y la experiencia acumulada a lo largo de la historia, y ello se ha de conocer, pero ese bagaje acumulado no puede ser el modelo que se ha de reproducir por los sociedades venideras. De hecho la sociedad evoluciona al margen de aquello en lo que se forma a sus futuros miembros, y estos por su parte, actúan según otro criterios que no se corresponden con los que adquirieron en la escuela.
La historia de la educación está plagada de ejemplos que demuestran que los sistemas escolares nunca han asegurado el futuro ideológico o social de un grupo humano, lo que demuestra que, o se hace muy mal la tarea, o estos sistemas no sirven para transmitir determinadas cosas, o la evolución de la sociedad va siempre muy por delante de lo que los sistemas escolares se empeñan en enseñar, y por ello, llegado el momento, nada de lo que se pretendió preservar y transmitir era utilizable y, mucho menos, aplicable, o, por último, se le asignaron a la enseñanza objetivos que no le son propios.
A nivel personal me inclinaría por esto último. La enseñanza va siempre con un retraso muy significativo con relación a la sociedad. Utilizaría aquí a Mcluhan para recordar que “avanzamos siempre mirando en un espejo retrovisor”. Efectivamente este procedimiento da seguridad, pero o bien relentiza la posible evolución de la sociedad o no sirve para nada.
La enseñanza debe plantearse como objetivo el desarrollo de distintas capacidades humanas, capacidades intelectuales, sociales, éticas, morales, físicas, etc. que permitan a las personas ser ellos mismos y poder decidir en cada momento con criterio propio, con total libertad y a partir del conocimiento disponible, pero sin que todo ello sea un corsé que le impida crecer.
Francisco Martínez Sánchez
Universidad de Murcia
Presidente de EDUTEC